Una vez conocí a un chico guapo, inteligente, con un buen trabajo y sentido del humor que me hacía ojitos en un evento. Así que intercambiamos teléfonos y empezamos a chatear.
Yo era responsable de un departamento en una multinacional y tenía horarios complicados y la verdad es que era una de esas mujeres que, como en las películas, podía estar a las 11 en la oficina y también a veces el fin de semana. ¡Amaba lo que hacía! o eso creía al menos…
El tema fue que cada vez que este chico me proponía quedar yo tenía que aplazar por algún motivo importante de trabajo. Y claro, poco a poco, la conversación se fue enfriando. Cuando me paré a pensar, me di cuenta de que habían pasado varias semanas y que desde su punto de vista podía claramente parecer que le estaba dando largas…
¡ESA FUE LA PRIMERA VEZ QUE FUI CONSCIENTE DE QUE NO HABÍA EQUILIBRIO EN MI VIDA!
Me pregunté: “Alicia, ¿cómo vas a tener algún día una familia si no eres ni siquiera capaz de tomar un café con un chico que te gusta? ¿Realmente trabajas para vivir o vives para trabajar?
ESA FUE LA SEMILLA DE MI CAMBIO.
¡Gracias Universo!
Todavía tardé un par de años en encontrar el vehículo que me permitió combinar ambas, será otra historia, pero hoy puedo decir con orgullo que vivo de otra manera y que soy capaz de ver (y disfrutar) mucho más lo que pasa a mi alrededor.
¿Y tú, sientes que tienes que elegir? Si estás harta de no poder estar a los dos lados escríbeme y te contaré con mucho gusto cómo lo he hecho.
Te dejo mi WhatsApp 📞 634609408 por si lo prefieres. Escríbeme y charlamos.
Por cierto, para las curiosas… SÍ, volví a ver al chico; Sí, hubo una buena relación y hasta pude explicarle; Sí, era encantador… No, al final no dió más que para una razonable amistad… creo que simplemente no era la persona.